Street Photography: Experiencia compartida de lo cotidiano

La fotografía es cada vez menos sobre documentar o evidenciar y cada vez más sobre una comunidad o una experiencia… y eso no es malo.

Stephen Mayes, director de VII Photo Agency

En estos momentos uno de las características de la fotografía contemporánea, adquirida gracias a la dinámica de las redes sociales, es la de facilitar la identificación entre cotidianidades distantes. Gracias a ese rasgo, el presente retenido por mi dispositivo es integrado en tu contexto diario como reconocible y próximo. Mi cotidianidad es la tuya y la tuya también pasa a ser la mía. Dicho proceso afianza el hecho de la imagen deslocalizada, lo que permite concebirla como ubicua.

Compartimos el mismo referente gracias a la publicación de la fotografía in situ e instantáneamente. Somos parte de una misma experiencia, a la par, fotográfica y vital. La interacción en la red hace que compartamos la práctica fotográfica, además nos invita a proyectarnos en los fragmentos de realidad que, en principio, nos deberían parecer ajenos por ser distantes a nuestra realidad diaria y circundante. Este efecto hace que quien participa de una red dedicada a la fotografía tenga la posibilidad de desempeñar dos roles diferentes. A saber, el de mero registrador de escenas y el de receptor selectivo de aquellas imágenes que se ajustan a sus intereses (estéticos, morales, etc.)

Los smartphones permiten viajar de forma inmediata a un lugar y a una acción no próxima, al lanzar las imágenes a una red abierta. Dicha práctica tiene mucho de lúdica, ya que cada street photographer utiliza diversas Apps que imprimen diferentes filtros y acabados a la toma inicial. La aplicación de la fase de edición, de revelado digital y de publicación es muy rápida, ajustándose al mensaje emocional que queremos transmitir. Es así que la atracción que nos hizo capturar la imagen es propagada a todos los usuarios de la App quienes son capaces de leer la fotografía gracias a un mismo código estético compartido.

Ya no es necesario montar una serie de fotografías, a modo de historia. La narración ya no está soportada sobre la coherencia discursiva hilada a través de un conjunto de imágenes, concatenadas entre sí de una u otra manera. Ahora cada fotografía recibe el sentido gracias al intercambio de la experiencia del conjunto de fotógrafos/as-espectadores/as que conforman la comunidad.

¿Cómo sucede esa transmisión del mensaje emocional contenido en las capturas de las escenas públicas? Es clave advertir que muchos de los filtros utilizados simulan procesos analógicos (B/N o virados), ofreciendo un resultado que la mayoría de las personas conservamos en nuestra memoria y que asociamos a imágenes pretéritas, pero que nos resultan familiares, próximas, cotidianas. Otros filtros aportan un acabado realista, incluso hiperrealista (al apoyarse en el HDR), lo que colabora a estandarizar lo peculiar de cada escena, por medio de un mismo código representativo. Estos ejemplos ilustran que el uso de la digitalización popularizada de la imagen, por medio de Apps, es actualmente una vía que nos permite decodificar una realidad lejana, facilitando la comunión entre mi experiencia de receptor y la experiencia de quien tomó la fotografía.

Por otro lado, esa capacidad de compartir experiencias no se fundamenta en lo que queremos decir con las fotografías. Por ejemplo: las imágenes que componen este libro no quieren describir momentos diarios, sino que lo interesante es advertir el plano emocional que sustenta el estado de cosas presentado. Es el mostrar (y no el decir) lo que permite hacer de esta streaming photography un medio experiencial de lo cotidiano. En lugar de preocuparnos por contar con un puñado de fotografías una realidad, que sabemos no abarcable, decidimos mostrar una única imagen que permite el juego del icono puesto en común. Nos interesa lo lúdico de lo evocativo y no lo normativo de lo descriptivo.

Lo apuntado se enfatiza mucho más cuando nos referimos a la street photography. ¿De qué serviría una imagen autista en un entorno reticular, sostenido por el intercambio de impresiones a partir de experiencias personales y puestas en común gracias a una fotografía compartida en red? Tendría la misma función que un vaso vacío en medio del desierto.

Si bien la captura del fragmento de realidad es individual, su significado es potenciado y renovado ante cada like o comentario. La diversión del juicio inmediato de la imagen esta relacionada con la diversidad interpretativa, puesto que está anclada en la unión experiencial, hasta el punto de que es fácil encontrar colaboraciones entre diferentes miembros de una misma red. Alguien de New York toma una fotografía en el metro y es procesada por otros miembros (por ejemplo de Sudáfrica, Irán, España, Australia o Argentina) gracias a recursos tecnológicos que fomentan la cooperación. Ese proceso, dispuesto a la reinterpretación, es viable al alinear un similar concepto de realidad urbana, un referente creado en conjunto, gracias a la práctica compartida, a partir de la cual se posibilita la detección de rasgos comunes a la propia experiencia.

Hallamos aires de familia en imágenes que no corresponden a nuestro entorno cercano, pero hay algo de lo que nos muestran que nos invita a generar analogías con nuestra cotidianidad. Nos sentimos cómodos al proyectar nuestra experiencia en ese encuadre fotográfico, a priori ajeno a nuestro entorno, ya que genera un eco reconocible y asociado a un evento en el que, de una u otra forma, nos vemos inmersos. Al desplegar mi modo de concebir el mundo al recorte de realidad contenido en la imagen, consigo acortar la distancia experiencial entre quien realizó la fotografía y yo, que soy quien la observa. En este punto es fácil reconocer que he utilizado el acto de compartir esa experiencia como herramienta interpretativa de la escena.

La empatía experiencial es el pavimento sobre el que nos desplazamos quienes pensamos que la fotografía es algo más que un registro estático, que espera a ser leído por alguien ajeno a su contenido pero que, sin embargo, posee un manual hermenéutico irrefutable.

Las imágenes de Passengers no se definen desde la descripción del evento atrapado por los smartphones, no desean contar lo evidente de lo acaecido durante el tiempo que dura un desplazamiento en transporte público, sino que aspiran a mostrar las facetas emocionales que van más allá del mero discurso explicativo, es decir, apuntan a compartir una misma experiencia, la de saberse imbricado en una ubicuidad lúdica y participativa, donde las reglas del juego se rehacen de acuerdo a las modificaciones interpretativas generadas gracias a la intervención colectiva.

Godo Chillida