Nos ha parecido interesante explicar cómo hemos desarrollado este libro. Barcelona Photobloggers realiza proyectos participativos en red desde el 2006. Algunos de ellos en colaboración con importantes entidades culturales de la ciudad de Barcelona. En muchas ocasiones hemos notado interés en nuestro sistema de trabajo y organización.
En la bibliografía se distinguen dos tipos de procesos participativos. Algunos los nombran como arte participativo y proyectos participativos. Nosotros hacemos la misma distinción pero les llamamos procesos participativos y procesos colaborativos.
En los procesos participativos un grupo de artistas-participantes producen o entregan obras para construir una nueva obra colectiva según los criterios y procesos del organizador. Esta obra reescribe los significados de las obras independientes en un nuevo discurso guiado con el organizador.
En los procesos colaborativos el rol de los artistas-participantes se extiende y abarca la discusión del proceso, las obras y el discurso de la obra terminada. En este tipo de proyectos el proceso en sí mismo es parte de la obra. En esta categoría realizamos “Arrinconado” entre 11 autores que nos reunimos para hacer “algo” que se convirtió en una obra transmedia con libro, exposición y vídeo basada en un relato corto. Nada de esto estaba definido al principio. La única consigna era que todos los productos del proceso se firmarían con autoría colectiva. Este proyecto llevó un año y medio de trabajo con reuniones semanales.
Passengers es un proceso participativo en red. La llamada a participación, la entrega de obras y la exposición se hace principalmente en Internet. Muchos procesos de arte participativo se utilizan como un medio para la intervención social en comunidades. No es el caso de Passengers.
Para nosotros, la red es fundamental en el concepto de la obra como explica Godo Chillida en “Street photography: Experiencia compartida de lo cotidiano”. La red no es sólo el vehículo, es parte misma de la obra. El componente “tiempo-real” de la participación es muy importante en el proceso. La web publica las fotografías en un máximo de 5 minutos desde que el autor las ha “subido”. El otro componente clave es la ubicuidad: las fotografías provienen de cualquier parte del mundo y se consumen de la misma forma.
En el 2011 para explicar el estado de la fotografía móvil, David Lladó creó el concepto Ubiquography con el que Barcelona Photobloggers organizó una exposición que se pudo ver en tiempo real en 35 centros de 7 países. Las fotografías se mostraban en pantallas o proyectores en el mismo momento que los autores las publicaban en la red social Instagram. Con esto, queríamos diferenciar la fotografía móvil de las anteriores tecnologías y explorar los elementos de su lenguaje propio: la inmediatez, ubicuidad y la socialización del proceso.
Imprimir fotos hechas con un móvil para colgarlas en una pared nos parecía lo mismo que grabar una obra de teatro con una cámara fija y decir que era cine. El cine comparte mucho con el teatro pero tiene un lenguaje propio. Explicar algo nuevo con herramientas del esquema anterior es el típico error que se comete frente a un cambio de paradigma. La fotografía móvil debe ser explicada al público sin olvidar sus elementos diferenciadores.
La fotografía con dispositivos conectados en red y a redes sociales, con capacidad de post-procesar la imágenes, es algo muy diferente a una Leica con un carrete de 135 mm. Aunque ambos aparatos son capaces de capturar una imagen, la forma de captarla, transmitirla y exponerla ha cambiado radicalmente. Es necesaria una exploración de las nuevas capacidades del medio.
Una de las características más destacables de la nueva tecnología es que los dispositivos son autosuficientes. En el mismo aparato se consigue el ciclo completo de comunicación. Se puede capturar, procesar y enviar al público la imagen sin necesidad de otro dispositivo. Otra característica es que el público no está limitado geográficamente. Y la última característica es que todo esto se puede hacer en segundos. Por ejemplo: con las Polaroids podíamos tener una imagen positiva en poco tiempo, pero no eran cámaras populares, y aunque tuviéramos una copia inmediata, sólo la podían ver las personas cercanas geográficamente.
Passengers también explora estos nuevos elementos que se suman a los fotográficos y sirven al mismo propósito: documentar nuestro tiempo y lugar. Utilizando el mismo sistema que en Ubiquography podemos ver la participación en tiempo real en la web. Pero ésta es sólo la mitad del proyecto. La otra mitad es “la cápsula del tiempo”.
Además de explorar las capacidades de los nuevos medios, Passengers pretende ser una cápsula del tiempo, un recipiente donde guardar un documento de una parte de nuestra realidad, la parte que vivimos cuando usamos el transporte público. Como decíamos en la introducción, una de las razones principales para hacer esta serie de libros es recrear la magia que sentimos al ver libros de 1950 sobre pasajeros.
Las nuevas tecnologías están en permanente cambio. Una web requiere mucho mantenimiento y no hay ninguna garantía de que perdure ni siquiera con él. Para dejar un documento accesible dentro de 50 años hemos creído que un libro físico es la mejor manera de transmitir un mensaje a través de un período largo de tiempo. Las copias que se impriman seguramente perdurarán más que la web.
Para que el contenido de la cápsula sea relevante es necesario editarlo y estructurarlo. Esta parte del trabajo nos permite una lectura más relajada y un tiempo para meditar sobre qué nos gustaría dejar ahí dentro.
Proceso de edición
El proceso de edición del libro ha sido colaborativo entre los cuatro gestores del proyecto. Se recibieron 3651 fotografías de 45 autores tomadas durante el año 2012. La participación abierta en red siempre suele traer cantidades muy grandes de contenido.
Para poder editarlo utilizamos un conjunto de recetas que no llegan a ser una metodología, pero que hemos utilizado en muchos proyectos con éxito.
La edición de Passengers se hizo en cuatro sesiones. La primera, la inmersión, duró 12 horas de trabajo con una sola pausa de una hora para la comida. Durante esta sesión se vieron las 3651 fotos. Durante el año, los editores habíamos visto las fotos tal como se iban publicando, en el contexto del ocio de Instagram.
Antes de empezar con las etapas de edición hicimos una visualización de todas las fotografías a una velocidad relativamente rápida, un segundo por imagen.
En la primera pasada los editores debían responder por impacto. Cada foto que recibía un voto favorable de cualquier editor pasaba a la siguiente vuelta. De esta revisión obtuvimos 832 fotografías.
Acabada la primera revisión, hicimos la segunda sobre el resultado de la primera. Después de haber visto las imágenes dos veces el impacto cambia. En esta fase ya hay más conocimiento de los temas del conjunto. Esta visualización se hace con otra consigna “tienes que decirme qué foto no puede faltar”. Otra vez, si un editor elige la foto pasa a la siguiente fase.
Ahora teníamos 200 fotografías, para la tercera iteración, la consigna es “esa foto no me gusta”. Aquí se restan fotos. Los editores pueden tratar las inclusiones o exclusiones pero si uno incluye o excluye la foto entra o sale. En esta etapa el diálogo entre editores es mínimo porque el número de imágenes es demasiado alto.
De la tercera iteración quedaron 110 fotografías. En la cuarta fase la votación cambia. Aquí cada foto recibe un voto por cada editor y la consigna es “quiero esa foto dentro el libro”. Resultado: 47 fotos recibieron 4 votos, 29 fotografías se llevaron 3 votos y 13 se quedaron con 2. Como habíamos prefijado un número aproximado de 80 fotografías para la edición final, las fotos que habían recibido menos de dos votos quedaron fuera.
Sobre las 89 fotos estudiamos los temas y la proporción de fotografías por participante. Como el objetivo era 80 restamos fotografías de los autores que más imágenes tenían para dejar el número más cercano. De esta vuelta quedaron 81 fotografías de 35 autores. Así terminamos la primera sesión.
Una anécdota curiosa del primer día es que encontramos a dos personas fotografiadas por diferentes autores. Ninguna de las cuatro fotos son parte del libro, pero fue divertido encontrarlo.
La siguiente sesión sería pasadas dos semanas sin que volviéramos a ver nada en absoluto del libro. Después de la inmersión había que dejar que nuestro subconsciente analizara lo que habíamos visto durante doce horas.
En la segunda sesión identificamos y agrupamos temáticas. En este ejercicio sumamos fotos y autores. De esta jornada teníamos un proyecto de 114 imágenes con 36 autores. Aquí el diálogo entre editores es clave. La forma de interpretar las fotografías de cada uno se tenía que compartir para identificar mejor los temas.
Las dos últimas sesiones se centraron en establecer la secuencia del libro. Los temas se agruparon para crear un recorrido fotográfico por el viaje: llegada a los andenes y tránsito por los pasillos en sentido hacia el tren o bus, la espera, el viaje y la salida. Dentro del viaje encontramos los compañeros, las anécdotas, retratos, partes del cuerpo que nos llaman la atención y los auto-retratos. Como el libro impreso tiene una entidad especial en el proyecto, en estas sesiones pusimos mucha atención a las parejas de páginas que quedan enfrentadas.
Finalmente, el libro contiene 105 fotografías de 36 autores que retratan 26 ciudades.